6 feb 2013

Escribo, reflexiono, luego existo


¿Estaré ensanchando el alma? ¿Se estará ennegreciendo? Según mis cálculos matemáticos, y si mi "concienciología" no me engaña, cuando atravieso por estas complejas metamorfosis llegan a mi, personas, cosas, hechos, de una importante envergadura melómana. Debe ser el instinto, o el simple reconocimiento de algo de mí en ellos.

También observo en estas mutaciones una creciente pero placentera necesidad de escribir, de crear, que casi siempre va acompañada de un estado de melancolía sin igual. Es como si todo mi yo supiera que se tiene que despedir de algo con lo que ha convivido durante mucho tiempo y sabe que nunca más volverá. Generalmente, no me considero una persona que se mueve en el apego. Suelo ser, como diría mi santa madre, un "desprendío". Cierto es, siempre lo he sido.

Sea lo que fuere, y en este caso, desde mi ignorancia, modestía y prudencia, me permito afirmar que hay alguien por ahí que le sucede de igual forma, es decir, le encanta escribir y expresarse con palabras, y eso que las palabras son el residuo de algo que es más.

Por eso siempre diré que las palabras, habladas o escritas, son el remanente del corazón después de residir en nuestra mente.

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